La situación del converso al catolicismo es realmente extraña. Por una parte, el corazón le arde de alegría. Por otra, a nadie le hace maldita la gracia.
A los "amigos" que deja atrás les parece que se ha vuelto tarumba. En unos casos, lenta pero inexorablemente, optan por dejar de tratarle. En otros, cortan bruscamente todo trato. En ambos casos, los objetivos, los medios y la perspectiva vital les va alejando cada vez más hasta convertirlos en auténticos extraños.
Sin embargo, a los nuevos "amigos" con los que se encuentra también les parece que está tarumba. En unos casos, evitan su trato. En otros, buscan los medios necesarios para apartarlo de su presencia. Aunque los objetivos, los medios y la perspectiva vital deberían unirles, no es así.
El converso busca una Misa en la que lo Sagrado no sólo no sea sistemáticamente profanado sino que sea tratado siempre con el máximo respeto. Una Misa en la que los sermones vayan al grano, repasando la doctrina y la moral católicas. Y unas confesiones en las que poder profundizar en los detalles de la intimidad con Dios. El converso busca unas compañías con las que poder discutir libremente sobre todo lo divino y lo humano. Sin prisas y sin trampas de leguleyo viejo o teólogo hegeliano.
Pero llega la maldita pastoral y lo echa todo a perder. La pastoral es aquel conjunto de excusas que usan los consagrados para no tener que pensar en la horrible jibarización a la que han sometido su fe y el patético vuelo gallináceo que, como consecuencia, exhibe su vida espiritual. En semejantes condiciones, es comprensible que no redacten sermones dignos de tal nombre, o que no se sienten a confesar una hora al día.
Mientras tanto, el converso, persona hasta entonces integrada en su entorno familiar y social, se extraña de los que hasta entonces habían sido su familia y sus amigos para verse también rechazado por aquellos que dicen vivir y practicar su misma Fe. Y se ve rechazado por ser demasiado "radical" y por faltar a la caridad para con aquellos que todavía están en proceso de conversión.
Es entonces cuando se produce la implosión del converso. Sin embargo, como uno de los atributos de la Gracia de Dios es el Ser, esa implosión no pasa de petardazo interno. El converso acaba de darse cuenta de que ha "perdido" media vida de servicio a Dios porque a sus "hermanos" en la Fe no les da la real gana de hablar con claridad, muy probablemente porque tampoco les da la real gana de creer con claridad.
Caso aparte son los sacerdotes que saben hablar con claridad pero prefieren callar en aras a una obediencia que no está relacionada con la verdad. Son los peores enemigos del converso, quizá porque les muestra que el rey está desnudo. Y quien dice rey, dice obispo, curia o Papa. Cínicamente actúan como si el Papa fuera un ser infalible. Pues vaya con los Borgia.
Y por último están los movimientos y sus supuestos carismas. En ellos todo son regulaciones para controlar la obediencia y el fuero interno. Regulaciones religiosamente anotadas en documentos a los que el común de los fieles no puede acceder.
Carisma va, carisma viene, santo fundador va, santo fundador en ciernes viene, cuando de lo que se trata es de luchar contra el divorcio, el aborto, la educación sexual en el aula, o salir a protestar contra la enésima obra o exposición blasfema, los movimientos y sus carismas nunca aparecen.
El caso es que ya sea por unos que dejó atrás o por otros que no quieren estar con él, ya sea porque les exija que cumplan con su deber, porque se niegue a callar las verdades del barquero, o porque no le apetezca desnudar su fuero interno ante un superior, el converso se queda más solo que la una preguntándose en qué se ha equivocado.
Realmente, es una situación extraña.
A los "amigos" que deja atrás les parece que se ha vuelto tarumba. En unos casos, lenta pero inexorablemente, optan por dejar de tratarle. En otros, cortan bruscamente todo trato. En ambos casos, los objetivos, los medios y la perspectiva vital les va alejando cada vez más hasta convertirlos en auténticos extraños.
Sin embargo, a los nuevos "amigos" con los que se encuentra también les parece que está tarumba. En unos casos, evitan su trato. En otros, buscan los medios necesarios para apartarlo de su presencia. Aunque los objetivos, los medios y la perspectiva vital deberían unirles, no es así.
El converso busca una Misa en la que lo Sagrado no sólo no sea sistemáticamente profanado sino que sea tratado siempre con el máximo respeto. Una Misa en la que los sermones vayan al grano, repasando la doctrina y la moral católicas. Y unas confesiones en las que poder profundizar en los detalles de la intimidad con Dios. El converso busca unas compañías con las que poder discutir libremente sobre todo lo divino y lo humano. Sin prisas y sin trampas de leguleyo viejo o teólogo hegeliano.
Pero llega la maldita pastoral y lo echa todo a perder. La pastoral es aquel conjunto de excusas que usan los consagrados para no tener que pensar en la horrible jibarización a la que han sometido su fe y el patético vuelo gallináceo que, como consecuencia, exhibe su vida espiritual. En semejantes condiciones, es comprensible que no redacten sermones dignos de tal nombre, o que no se sienten a confesar una hora al día.
Mientras tanto, el converso, persona hasta entonces integrada en su entorno familiar y social, se extraña de los que hasta entonces habían sido su familia y sus amigos para verse también rechazado por aquellos que dicen vivir y practicar su misma Fe. Y se ve rechazado por ser demasiado "radical" y por faltar a la caridad para con aquellos que todavía están en proceso de conversión.
Es entonces cuando se produce la implosión del converso. Sin embargo, como uno de los atributos de la Gracia de Dios es el Ser, esa implosión no pasa de petardazo interno. El converso acaba de darse cuenta de que ha "perdido" media vida de servicio a Dios porque a sus "hermanos" en la Fe no les da la real gana de hablar con claridad, muy probablemente porque tampoco les da la real gana de creer con claridad.
Caso aparte son los sacerdotes que saben hablar con claridad pero prefieren callar en aras a una obediencia que no está relacionada con la verdad. Son los peores enemigos del converso, quizá porque les muestra que el rey está desnudo. Y quien dice rey, dice obispo, curia o Papa. Cínicamente actúan como si el Papa fuera un ser infalible. Pues vaya con los Borgia.
Y por último están los movimientos y sus supuestos carismas. En ellos todo son regulaciones para controlar la obediencia y el fuero interno. Regulaciones religiosamente anotadas en documentos a los que el común de los fieles no puede acceder.
Carisma va, carisma viene, santo fundador va, santo fundador en ciernes viene, cuando de lo que se trata es de luchar contra el divorcio, el aborto, la educación sexual en el aula, o salir a protestar contra la enésima obra o exposición blasfema, los movimientos y sus carismas nunca aparecen.
El caso es que ya sea por unos que dejó atrás o por otros que no quieren estar con él, ya sea porque les exija que cumplan con su deber, porque se niegue a callar las verdades del barquero, o porque no le apetezca desnudar su fuero interno ante un superior, el converso se queda más solo que la una preguntándose en qué se ha equivocado.
Realmente, es una situación extraña.
5 comentarios:
y todo esto para hablar mal de la unica iglesia del Señor ¡¡¡
Todo esto, más bien, para denunciar a quienes, so capa de falsa piedad, desfiguran el rostro de la Esposa de Cristo.
Es una realidad dura, pero con la que me siento muy identificado.
Me parece un poco fuerte lo que dices de los hermanos en la fé, sin embargo comparto lo que comentas del proceso de extrañeza del converso, donde los viejos amigos desaparecen y los nuevos nos encasillan de radicales.
Salo
Anónimo Monday, February 20, 2012 4:24:00 PM
Gracias a Dios, no todo el mundo se comporta siempre así. Sin embargo, algunas estructuras paraeclesiales sí que tienden a presentar derivas peligrosas.
Aunque se trate de realidades dolorosas y feas, si, para bien de la Iglesia, se quieren atajar, no hay otro remedio que enfrentarse a ellas.
Ciertamente, no es una tarea agradable. Pero actuar como si no existieran no es la solución.
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