-Y me viene a la mente decir algo que puede ser una insensatez, o quizás una herejía, no sé. Francisco, Jornada Unidad Cristiana. Fénix, 23-V-15
Hæc est hora vestra et potestas tenebrarum (Lc.22:53)

martes, 29 de julio de 2014

Anatomía de una noticia: IV. Resumen y conclusión

 
Mr. Damian Thompson & Fr. John Todd Zuhlsdorf
Mr. Damian Thompson & Fr. John Todd Zuhlsdorf
 

Los católicos sabemos que el Papa es responsable legal de sus actos. Ningún concilio puede atarle las manos pasando por encima de la Tradición[10]. Reconocerlo no es mostrar la desnudez de Noé[11] sino reconocer la triple responsabilidad que Cristo le encomendó: enseñar, santificar y gobernar.

Si el Papa no fuera responsable de sus actos, tampoco sería responsable de la Iglesia. Negar su responsabilidad es negar su autoridad.

Pues bien, eso es, precisamente, vía "faits accomplis", lo que hacen nuestros dos queridos bloggers. Y, con ellos, todo el resto de jacobinos, ya sean progresistas, neocones o conservadores de la sacrosanta Revolución Conciliar.

Así se explica la trágica situación actual de la Iglesia, hundida en las miasmas de un apocatástasis neo-febroniano tácitamente admitido por la inmensa mayoría.

Ahora ya sabemos por qué estos dos bloggers, igual que casi todos los demás, han preferido silenciar la biografía de monseñor Capovilla. Creen que, dentro del Régimen Monárquico Constitucional Conciliar[12], el Papa es irresponsable de sus actos. Sólo puede actuar dentro de los cauces constitucionales conciliares. Y también creen que, dentro de ese Régimen Monárquico Constitucional Conciliar, el marxismo de monseñor Capovilla, aunque no sea su opción preferida, debe ser tolerado como una más de entre todas las opciones lícitas dentro de un régimen democrático y pluralista.

Por lo tanto, dada su preconstitucionalidad, sólo el filolefebvrismo es claramente anticonstitucional. Por eso mismo, como escribe monseñor Ratzinger, "nunca se ofrecerá demasiada resistencia a esa tendencia"[13]. El problema es que "ésa" no es ninguna "tendencia": es la Iglesia misma.

Así pues, ni la Iglesia es un Régimen Monárquico Constitucional, ni el Papa es legalmente IRResponsable de sus actos. Es responsable de todos y de cada uno de ellos. Y si esos actos ponen en peligro o dañan la Fe, deben ser denunciados y resistidos, no ocultados y acatados.

Quien calle o silencie esa denuncia, tanto como quien impida o estorbe esa resistencia, es enemigo de Cristo y su Iglesia. Por más que antes hayan predicado, expulsado demonios y hecho muchos milagros en su nombre (Mt. 7:22).

 
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[10] No es el Concilio Vaticano II el que ha de juzgar al Magisterio previo, desechando todo aquello que contradiga sus novedades. Sino que es el Magisterio previo el que ha de juzgar al Concilio Vaticano II, desechando todas aquellas novedades que no tengan soporte previo y/o que alteren la naturaleza de lo que se ha enseñado siempre, en todas partes y a todos.

De lo contrario, en muy poco tiempo, vamos a acabar hablando de la "transubstanciación" como de una forma barroca de entender la Eucaristía que ya no tiene cabida en la Iglesia contemporánea, o de la realidad de una supuesta "comunión parcial" de los católicos con las "iglesia locales" Vudú en África y el Caribe.

 

[11] El Papa es responsable de sus actos. Eso es lo que John Vennari, editor de Catholic Family News, responde a Michael Voris, editor de Church Militant TV.

Resulta especialmente perversa la actitud de quienes, conociendo la verdad, no dudan en ocultarla para evitar el supuesto "escándalo" de los fieles sencillos.

Unos fieles sencillos a los que, por lo que se ve, no les debe escandalizar ver a dos mujeres besándose como amantes en la boca en el interior de la Catedral de Córdoba, en Argentina, con la imagen de Nuestra Señora de la Asunción observando la profanación como telón de fondo.

Y eso para bautizar a la hija de una de ellas, concebida por medio de fecundación in vitro a partir del esperma de un donante anónimo. Todo ello con permiso del ordinario local previa consulta a la Santa Sede. Más oficial, imposible.

 
 

En contraste, es de agradecer la claridad de John Salza ante Joe Bagnoli sobre los límites de la autoridad papal en The Voice of Catholic Radio.

 

[12] El Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II tiene un doble valor a la vez constituyente y constitucional. Así queda reflejado en los cambios en catequesis, doctrina, liturgia, disciplina, instituciones y costumbres establecidos universalmente por todos y cada uno de los papas conciliares en unión con todos y cada uno de los cardenales, obispos e instituciones bajo su autoridad. En toda la Historia de la Iglesia, ningún otro Concilio Ecuménico ha provocado nunca tantos y tan profundos cambios en tan poco tiempo.

Respecto a los valores constitucionales, por una parte, tal y como hemos leído en "Teoría de los principios teológicos" (Barcelona: Herder, 1985, pp. 401-402, 457, 458, texto citado en la nota [8]) el Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II establece una nueva antropología a través de la Constitución Pastoral sobre la Iglesia en el Mundo, Gaudium et Spes. Se trata de una nueva antropología que imperativamente excita, exige, impone, manda, obliga, ordena la negación de todo el Magisterio asociado al Syllabus (ver texto de monseñor Ratzinger en nota [13]).

Y por otra, establece una nueva eclesiología a través tanto de la Constitución Dogmática sobre la Iglesia, Lumen Gentium, como del Decreto sobre el Ecumenismo, Unitatis Redintegratio.

Esos cambios en catequesis, doctrina, liturgia, disciplina, instituciones y costumbres, en lo que tienen de novedad, alteran sustancialmente la Fe Católica. Por eso, carecen de los atributos necesarios para conducir a la Patria Celestial. Por lo tanto, todo católico tiene el deber de resistirlos.

He aquí un ejemplo de esa falta de atributos necesarios para conducir a la Patria Celestial: la cuestión moral en los pueblos hispanoamericanos.

Al Sur de Río Grande sólo vive el 8,5% de la población mundial, unos 600 millones de personas. Pero se producen el 40% de los homicidios registrados. A día de hoy, la inmensa mayoría de la población, delincuentes incluidos, está bautizada y ha realizado la Primera Comunión. Y, de entre los casados, la inmensa mayoría lo está por la Iglesia.

 
[13] En ese sentido:

i) El entonces todavía monseñor Ratzinger escribe:

¿Ha quedado algo más que un montón de ruinas de experimentos fracasados? ¿Se han transformado definitivamente Gaudium et spes en Luctus et angor [tristeza y angustia]? ¿Fue el Concilio un camino equivocado que debemos desandar para salvar a la Iglesia? Son cada vez más altas las voces que así lo afirman y sus partidarios son cada vez más numerosos. Entre los fenómenos innegables de los últimos años se encuentra el del constante crecimiento de grupos integristas, en los que encuentra respuesta el anhelo de piedad, de calor del misterio. Y es preciso precaverse de descalificar tales procesos. Es indudable que hay ahí zelotismo sectario, que es el polo opuesto del catolicismo. Nunca se ofrecerá demasiada resistencia a esa tendencia. (pp. 467-468)

Lo que ha devastado la Iglesia del último decenio no ha sido el Concilio sino la negativa a aceptarlo... La tarea no es, pues, ignorar el Concilio sino descubrir el Concilio real y profundizar su auténtica voluntad a la luz de las experiencias vividas desde entonces. Y eso implica que no hay punto de retorno al Syllabus, que pudo constituir una primera toma de posición en el enfrentamiento con el liberalismo y el amenazante marxismo, pero que en modo alguno puede ser la palabra última y definitiva [razón por la cual puede ser negado]. (p. 469)

Josef Ratzinger: Teoría de los principios teológicos, Barcelona: Herder, 1985, pp. 467-468, 469. [El comentario entre paréntesis es mío]

Ésa es la opinión de monseñor Josef Cardenal Ratzinger, alumno aventajado del reverendo padre Karl Rahner S.J., peritvs conciliar de monseñor Josef Richard Cardenal Frings, arzobispo de Colonia y secretario del Concilio Vaticano II, profesor de teología en Bonn (1959-1963), Münster (1963-1966), Tubinga (1966-1969) y Ratisbona (1969-1977), donde fue Decano y Vicerrector, y fundador de la revista Communio (1972) junto a Hans Urs von Balthasar, Henri de Lubac y Walter Kasper, tras lo cual fue creado cardenal por Pablo VI en 1977. Entre 1981 y 2005, fue Prefecto de la Congregación de la Doctrina de la Fe, Presidente de la Pontificia Comisión Bíblica, Presidente de la Comisión Teológica Internacional, de la que fue miembro de pleno derecho prácticamente desde su fundación en 1969, Presidente de la Pontificia Comisión Ecclesia Dei desde su creación en 1988, Papa en activo entre 2005 y 2013, y Papa emérito desde entonces.

ii)Flavio Infante traduce la siguiente anécdota protagonizada por Francisco y descrita por Maurizio Blondet en Chiesa et posconcilio:

Ocurrió después de la Asamblea General de los obispos italianos, a fines de mayo pasado [2014], cuando el Papa se dispuso a responder a las preguntas que le fueran formuladas por los prelados allí presentes.

«Muy contentos los obispos italianos han rivalizado haciendo preguntas que complaciesen a Francisco -en otros tiempos se la hubiera llamado una 'justa de adulación'-, en realidad para obligarlo a explicitar su teología implícita, que los obispos arden por aplicar en sus diócesis, para instaurar la nueva iglesia según sus desiderata.

Y hete aquí lo que escribió el 23 de mayo el vaticanista de La Stampa Marco Tosatti; éste registra la cuestión, puesta en términos 'desesperados' por el obispo de una pequeña diócesis (cuarenta mil habitantes) que se lamentaba de que una parte del clero es 'conservadora' y no quiere dar la comunión en la mano.

El Papa le ha aconsejado que aplicase severas medidas disciplinarias, porque 'no se puede defender el Cuerpo de Cristo ofendiendo el Cuerpo social de Cristo'.»

Flavio Infante: La Nueva Iglesia, tiranía prometeica

iii) Oficiar según la Forma Extraordinaria parece suponer un delito casi peor que el abuso sexual a menores.

 

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