-Y me viene a la mente decir algo que puede ser una insensatez, o quizás una herejía, no sé. Francisco, Jornada Unidad Cristiana. Fénix, 23-V-15
Hæc est hora vestra et potestas tenebrarum (Lc.22:53)

martes, 4 de noviembre de 2014

Obediencia ciega




1. En el plano natural, el objetivo de la guerra es la victoria. Los soldados sólo son simples instrumentos. Por eso, se les exige obediencia ciega a las órdenes por el simple hecho de ser órdenes. En este plano, la tiranía (ambición de poder) y el servilismo (ambición de agradar), más que frecuentes, son prácticamente universales.

2. En nuestra naturaleza caída sólo se pueden paliar los efectos del Pecado Original (ausencia de conocimiento y tendencia al pecado) por medio de la Gracia. Muchos prefieren negar o ignorar la existencia del Pecado Original como si así pudieran evitar sus efectos. Pero no es así. Su negativa a luchar contra el Pecado Original facilita la extensión tanto de la tiranía y el servilismo, como del gobierno de la mentira, que es su fruto inseparable.

3. En el plano sobrenatural, como la guerra ya está ganada de antemano, el objetivo es la salvación de los soldados. Salus animarum, suprema lex. Por eso, a los soldados no se les exige obediencia ciega sino obediencia sometida a las tres potencias del alma (voluntad, memoria y entendimiento). Las órdenes no se obedecen simplemente porque existan (iuspositivismo) sino porque son buenas por su naturaleza y efectos (iusnaturalismo).

4. Cuando se compara la vida de fe con la milicia terrena, al ignorar las diferencias esenciales entre los planos natural y sobrenatural, se suelen llevar las comparaciones demasiado lejos. Por eso, se suele llegar a conclusiones erróneas. Tal es el caso de la obediencia ciega. Es una exigencia resultado de una falta de perspectiva sobrenatural conocida como semipelagianismo, causa necesaria aunque no suficiente de la actual apostasía universal. Cristo sí, pero bien quietecito allá, en el ábside. Lo verdaderamente importante es la batalla de cada día (el control y supervivencia del grupo, el movimiento, la congregación, o la institución) no las personas ni sus conciencias, que deben ser sacrificados en aras a un bien supuestamente mayor pero tan voluble como las azarosas circunstancias del momento.

5. Apostasía, sí, porque apostasía material es predicar la Salvación sin Cristo, tal y como se hace cuando se afirma que la Antigua Alianza todavía sigue en vigor. O cuando se afirma que las religiones de herejes y cismáticos también son medios de Salvación porque todas ellas tienen cosas buenas, cuando lo que tienen de bueno, si es que algo de bueno tienen, es porque previamente lo han usurpado de la Iglesia Católica y lo ejercen de forma ilegítima e iĺícita.

6. Por más válidas que puedan ser, las misas ilegítimas e ilícitas ni son ni pueden ser fuente de Santificación ni medio de Salvación para nadie, excepto per accidens. Las misas de herejes y cismáticos, lejos de agradar, desagradan profundamente a Dios, haciendo culpables a todos los que participan en ellas, excepto a aquellos que participen por ignorancia invencible. Cristo quiere que el Cordero sea sacrificado en el Altar que Él mismo estableció, no en ningún otro.

7. No hacen falta mucha teología, ni grandes apariciones o revelaciones, para ver todo esto. Sólo hacen falta algo de fe y un poco de sentido común. Desgraciadamente, si la primera escasea, el segundo parece casi extinguido. Es un castigo divino a la falta de amor a la verdad de esta generación, tanto más envanecida por sus grandes saberes cuanto más bajo es el lodo en el que gusta revolcarse.

8. Si no fuera así, todo el mundo vería que la obediencia ciega es una monstruosidad propia de demonios. Una monstruosidad de la que se valen los tiranos para instrumentalizar al ser humano y, manipulándole a su antojo, conseguir a través suyo los fines que ambicionan. Una monstruosidad de la que se valen muy especialmente los enemigos internos de la Iglesia para manipular a los más débiles, destruir a los más fuertes y socavar doctrina e instituciones.

9. Sabemos lo que Pío XII pensaba de monseñor Juan Bautista Montini: quería evitar que fuera cardenal para impedir que llegara a ser Papa. No hace falta ser muy perspicaz para imaginar qué habría hecho Pío XII ante la beatificación de Montini: Habría luchado contra ella y contra la apostasía material del magisterio de Francisco con todas sus fuerzas. Y, desde luego, en ningún caso le habría rendido obediencia ciega. Porque la obediencia ciega, al igual que el liberalismo, es pecado mortal.

10. A pesar de sus aparentes victorias, los demonios, en su loca batalla contra Dios, se saben perdidos de antemano. Por lo tanto, su único objetivo es vender su derrota lo más cara posible, arrastrando consigo tantas cuantas almas puedan engañar. Para ello, cuentan con la inestimable ayuda del modernismo socialistoide de los progresistas, el liberalismo capitalista de los neocones y la obediencia ciega de los conservadores. Vaya tropa. Los demonios cuentan, en suma, con lo más granado de los frutos del Concilio Vaticano II.


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